¿Por qué el tiktok es tan adictivo?
Los «likes» en las redes sociales son adictivos porque afectan a tu cerebro, de forma similar a la toma de sustancias químicas. Los likes simbolizan una ganancia de reputación, lo que hace que te compares constantemente con tus compañeros.
Según Polk (2015), la adicción resulta fundamentalmente de un error de predicción en el cerebro. Cuando el núcleo accumbens se estimula más allá de una expectativa, el área tegmental ventral (VTA) libera dopamina, fomentando el aprendizaje, como sostiene el modelo de Rescorla-Wagner. Polk subraya el papel de la dopamina como neurotransmisor asociado al ansia de consumo y a la expectativa de recompensa, lo que hace que los individuos corran el riesgo de tener comportamientos compulsivos al reencontrarse con un desencadenante asociado a la recompensa potencial.
Esto puede presentarse en forma de búsqueda de más «me gusta», comentarios, comparticiones o de pasar una cantidad de tiempo cada vez mayor utilizando las tecnologías de las redes sociales, incluso poniendo en peligro nuestra seguridad y la de los demás mientras conducimos.
Las adicciones se consideraban antes una cuestión moral basada en la debilidad de la voluntad del usuario. Después, las adicciones pasaron a clasificarse como una enfermedad según el modelo médico. Más recientemente, las adicciones suelen considerarse una forma ineficaz de hacer frente a las necesidades vitales insatisfechas.
Adicción a Instagram
Los estudios han demostrado que el 77% de los empleados utilizan las redes sociales mientras trabajan. ¿Por qué es tan fácil caer en la madriguera del consumo de contenidos? ¿Y qué hace falta para salir de ella y volver al trabajo que se quiere hacer? En este artículo, los autores analizan los resultados de una serie de estudios que exploran qué hace que las personas sean más o menos propensas a dejarse absorber por la visualización interminable de vídeos o la consulta de publicaciones. Identifican tres factores clave -la cantidad de medios que ya has visto, la similitud de los medios que has visto y la forma en que los has visto- y argumentan que los tres tienen el poder de influir en lo atractivo que es el contenido relacionado. Basándose en estos resultados, sugieren que si te preocupa caer en un agujero de conejo de las redes sociales, deberías tomar medidas para reducir la similitud, la repetición y la relación de los contenidos que consumes.
Imagínate esto: Acabas de instalarte en tu día de trabajo y has sacado ese gran informe que tienes que terminar, cuando un amigo te envía un par de vídeos de famosos en Instagram. Piensas que sólo te tomarás unos minutos para ver los vídeos, y lo siguiente que sabes es que ha pasado una hora. Te has sumergido en la madriguera del conejo, viendo un vídeo tras otro, mientras que el gran informe está abandonado en tu mesa.
Cómo las redes sociales nos hacen adictos
La autora de bestsellers Laura McKowen publicó recientemente un ensayo personal en The New York Times sobre su lucha por dejar Instagram. Es una lectura refrescante, escrita desde la perspectiva de alguien que A) entiende íntimamente cómo se siente la adicción – McKowen dejó de beber alcohol hace siete años y actualmente dirige una plataforma de sobriedad en línea – y B) reconoce que las redes sociales son una adicción peligrosa por derecho propio.
McKowen describe la construcción de toda su vida en torno a Instagram. Acumuló 80.000 seguidores, lo que le ayudó a crear una red de contactos, a conseguir un contrato para un libro y a promocionar proyectos. La aplicación también empezó a apoderarse de su sentido de identidad. McKowen pasaba hasta seis horas al día refrescando los feeds, en busca de estímulos de autoestima en la sección de comentarios. Sin embargo, con demasiada frecuencia se iba a la cama ansiosa y agotada, descarrilada por las opiniones de cuentas que ni siquiera conocía o preocupada por las publicaciones de la competencia en su espacio.
Finalmente, al darse cuenta del efecto perjudicial que su uso de Instagram estaba teniendo en la relación con su hija y su novio, lo dejó. Le dijo al mundo que lo dejaba, en un ensayo, sabiendo por experiencia lo crucial que es la responsabilidad pública. Pero meses después, sintiéndose ligera y suelta en unas vacaciones familiares para visitar a su madre en Hawai, recayó. McKowen reactivó su cuenta y publicó una foto desde la playa, anunciando su intención de volver a usar Instagram, sólo que esta vez para «compartir la alegría».
Adicción a Facebook
Todos los chicos guays están en Instagram. Según un reciente informe de BI Intelligence, más del 90% de los 200 millones de usuarios de esta red para compartir fotos tienen menos de 35 años, y la demografía se inclina hacia lo urbano, lo femenino y lo rico.
Estos usuarios suben 544 millones de fotos al día. Nir Eyal, profesor de la Universidad de Stanford y autor de «Hooked: How to Build Habit-Forming Products», explica a Business Insider que la aplicación es adictiva gracias a una serie de razones: – El acto de tomar una foto: «Capturar imágenes ha sido un hábito desde hace más de un siglo», dice Eyal, y se deriva de «esta ansiedad que sentimos si no capturamos este momento desaparecerá para siempre.» – La recompensa inmediata: «Parte de la genialidad de Instagram es proporcionar estos filtros», dice Eyal. «Ahora esa foto de mierda que solía tomar en la aplicación nativa de mi teléfono se ve decente, compartible».
La naturaleza adictiva de la aplicación no es un accidente, señala Eyal. El fundador de Instagram, Kevin Systrom, se especializó en sistemas simbólicos en Stanford, un campo que se encuentra en la intersección de la psicología y la informática. «[Systrom] sabe mucho», dice.